viernes, 2 de diciembre de 2011

Drive (2011), de Nicolas Winding Refn

Una decisión más razonable de los productores de Drive hubiese sido hacer una película con una finalidad de entretenimiento, similar a The Transporter, protagonizada por la estrella de filmes de acción Jason Statham. En cambio, tuvieron la pretensión de rodar una seria, añadiendo un tono oscuro, propio del cine negro. Lamentablemente, olvidaron abastecerse de un guión sólido, de un director con ingenio y de un reparto adecuado.
Por el contrario, contrataron al director Nicolas Winding Refn, que demuestra carecer de ideas y para compensar recurre a todo tipo de referencias cinematográficas obvias.
A modo de ejemplo, Drive empieza con una persecución de coches copiada en plan tributo de The Driver (Walter Hill, 1978).
A su turno, es inevitable pensar en Bullitt (Peter Yates, 1968), una realización emblemática dentro de las películas de acción dominadas por tales escenas.
El guión es mínimo, casi inexistente: un conductor cuya ocupación principal consiste en garantizar la fuga en robos (también es doble de riesgo, solo para justificar el uso de un disfraz en una secuencia), conoce a una chica en el edificio donde vive y comienzan una relación que se interrumpe cuando el esposo sale de la cárcel. Con la finalidad de ayudarlo a saldar viejas cuentas, el conductor decide participar de un asalto.
La intención que subyace es recrear el género de películas de vaqueros, trasladado al ámbito urbano de Los Angeles, donde un (anti)héroe que nunca se involucra en ningún asunto, se enfrenta a una banda de delincuentes con el propósito de proteger a una mujer y su hijo, consigue ponerlos a salvo y continúa su camino.
El protagonista de Drive, Ryan Gosling, parece adherir a una novedosa técnica de actuación que consistiría en pararse delante de la cámara y no hacer absolutamente nada, con el supuesto objetivo de obtener un máximo de expresividad con los mínimos elementos.
En cada escena demora una eternidad en responder a una pregunta por demás simple, en procura de mostrarse ensimismado y rudo, mas solo consigue dar tonto.
En realidad, la explicación a semejante desatino es producto de otra "fuente de inspiración": la recordada composición de Robert De Niro en Taxi Driver (Martin Scorsesse, 1976), pero la comparación apenas puede funcionar con el significado de una parodia.
A su turno, el personaje de Irene (Carey Mulligan), carece de verosimilitud, representando a una joven de una extrema fragilidad e inocencia en el papel de esposa de un criminal.
Ambas interpretaciones son capaces de rivalizar por su inconsistencia, pero en sentido opuesto, con la sobreactuación de Ron Perlman en el rol de Nino.
Más convincente resulta Albert Brooks, desempeñándose como un mafioso de nombre Bernie Rose.
No hay ideas visuales que sean destacadas por creativas en todo el metraje; incluso las escenas de acción son de factura pobre y escasas en atractivo.
Es toda una sorpresa saber que el cineasta recibió el premio como mejor director en el último Festival de Cannes.

No hay comentarios: