miércoles, 14 de diciembre de 2011

Alamar (2009), de Pedro González-Rubio

De vez en cuando, el cine nos recuerda que existe un modo diferente de vivir. En tiempos en que la mayoría de la población habita en las grandes ciudades, la decisión de residir en un ambiente natural es toda una declaración de principios y una poderosa inspiración para quienes desean adoptar un forma de vida más saludable.
Alamar, a mitad de camino entre la ficción y el documental, lo que ya debe ser todo un género, cuenta una historia simple: una pareja con un hijo se separa y antes de ir a vivir con su madre a Roma, el niño pasa unos días con su padre en el Caribe mexicano.
La película destaca la importancia de recuperar los vínculos originarios con la naturaleza y los padres, al retratar la rica experiencia de los miembros de una familia pertenecientes a tres generaciones distintas, compartiendo cotidianamente el oficio de la pesca, revalorizando la transmisión de conocimientos de padres a hijos.
Todo en Alamar transmite naturalidad, colaborando a tal efecto la proximidad con el escenario lograda por el director Pedro González-Rubio y la tarea realizada por los actores no profesionales.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Drive (2011), de Nicolas Winding Refn

Una decisión más razonable de los productores de Drive hubiese sido hacer una película con una finalidad de entretenimiento, similar a The Transporter, protagonizada por la estrella de filmes de acción Jason Statham. En cambio, tuvieron la pretensión de rodar una seria, añadiendo un tono oscuro, propio del cine negro. Lamentablemente, olvidaron abastecerse de un guión sólido, de un director con ingenio y de un reparto adecuado.
Por el contrario, contrataron al director Nicolas Winding Refn, que demuestra carecer de ideas y para compensar recurre a todo tipo de referencias cinematográficas obvias.
A modo de ejemplo, Drive empieza con una persecución de coches copiada en plan tributo de The Driver (Walter Hill, 1978).
A su turno, es inevitable pensar en Bullitt (Peter Yates, 1968), una realización emblemática dentro de las películas de acción dominadas por tales escenas.
El guión es mínimo, casi inexistente: un conductor cuya ocupación principal consiste en garantizar la fuga en robos (también es doble de riesgo, solo para justificar el uso de un disfraz en una secuencia), conoce a una chica en el edificio donde vive y comienzan una relación que se interrumpe cuando el esposo sale de la cárcel. Con la finalidad de ayudarlo a saldar viejas cuentas, el conductor decide participar de un asalto.