domingo, 14 de febrero de 2010

Nocturna - Centro Cultural Recoleta, viernes 12 de febrero de 2010

Nocturna es una puesta de la Compañía Vaivén, conformada por un docente, su director Gustavo "Mono" Silva, y alumnos de la escuela de circo La Arena, conducida por Gerardo Hochman, una referencia en estas lides de combinar acrobacias, música y coreografías, reformulando las prácticas circenses.
En el comienzo, mientras el público se ubica en las gradas, un joven interpreta en un bajo eléctrico de cinco cuerdas, reconocidas melodías pertenecientes a Carlos Gardel y Ástor Piazzolla.
A partir de esa introducción, se suceden diferentes escenas inspiradas en el lenguaje del tango: dos mujeres en un trapecio triple seducen a un hombre, los muchachos saltan buscando impresionar a las chicas, una procesión acompaña a una trapecista hasta el trapecio mientras una voz afirma que aquel que conoce a una mujer etérea no querrá una mujer terrestre.
Los actores bailan una milonga, utilizan un aro, distintos trapecios (luce Serena Méndez Gastaldo en el trapecio de vuelo), y hacen equilibrio caminando sobre un cable.
Una agradable brisa recorre la terraza del Centro Cultural Recoleta en esta noche de verano, ideal para disfrutar de aquellos que eligen despegar del suelo.

martes, 2 de febrero de 2010

Krapp, la última cinta magnética - Teatro San Martín, 23 de enero de 2010

Un escritorio lleno de cajas. Un viejo magnetófono. Una silla. Un haz de luz mortecina cae sobre el escritorio. El resto es oscuridad.
A semejanza de Fin de partida, en Krapp, la última cinta magnética, el espacio es un espacio cerrado.
Krapp es un anciano de aspecto desaliñado y andar trabajoso que, treinta años después, se dispone a escuchar su propio relato registrado en una cinta magnética de sucesos acaecidos en tiempos pasados.
La memoria es fragmentaria, frágil. Los momentos son fugaces, efímeros. La voz grabada es un vano intento de retener lo inaprensible.
Krapp tiene una mirada cínica al oírse cuando tenía treinta y nueve años. Su personalidad está escindida. El yo partido. Existe una imposibilidad de reconocerse, un extrañamiento de sí mismo.
Solo consigue interesarse en su discurso, rescatar del olvido, unos pocos recuerdos de un antiguo amor: "Me acosté junto a ella, con mi cara contra sus senos y mi mano sobre ella. Estábamos allí, tendidos, sin movernos. Pero debajo de nosotros todo se movía y nos movía, suavemente, de arriba abajo y de un lado a otro".